12 diciembre 2005

La verdadera y triste historia de las señoritas Fama y Fortuna von Huterrand.

Fue allí, en los helados fiordos noruegos, mientras contemplaba la puesta de luna invernal, que escuché hablar por primera vez de las gemelas von Huterrand.

Era una fría noche noruega, y noté la presencia de un pescador de altura quien, subido al más alto acantilado, lanzaba el anzuelo con una presteza digna de mejor destino.
En el pueblo de Gothering eran tan pobres que los pescadores no tenían dinero para la tanza, así que sostenían una caña, lanzaban el anzuelo, y esperaban que algún pez fuera a devolverselos, de puro amable, usando la caña para desmayarlo y así poder capturarlo. Debe ser por eso que el famoso "bacalao a la Gothering" consiste en un plato de arroz.

Curioso de la actividad pesquera, me acerqué al buen hombre, y con mi habitual diplomacia le pregunté:
-¿Usted es medio estúpido o se hace?. A lo que no respondió nada.
Descubrí en ese momento que los pescadores de Gothering, de tanto sufrir el frío de los fiordos noruegos bajo la trémula luna de enero, quedan totalmente sordos.
Aburrido de la charla abandoné al pescador, y me acerqué a la luz más cercana, que resultó ser una cabaña solitaria, donde moraba una espantosa mujer.

Presa del frío, el hambre y la soledad, no tuve más remedio que solicitar su hospitalidad. Y mientras bebía litros y litros de vodka, ella me habló de las gemelas.

-Era una noche como esta, cuando las vi por primera vez -dijo.
-¿A quienes?
-A ellas -dijo bajando la voz, entre eructos y tragos- a las gemelas. Como usted, vinieron huyendo del frío, buscando cobijo en mi cabaña, y se llevaron a mi Olaf.

Sospeché con mi habitual perspicacia que tenía frente a mi la oportunidad de enterarme de una historia que quizás me serviría para, en mi no tan lejana vejez, contarle a mis nietos alrededor del fuego en alguna noche en la que estuvieramos asando un venado o, porqué no, una zarigueya almizclada de Bosnia.

-Si,-siguió contando- se llevaron a mi Olaf. Y nunca volví a verlo vivo.

Y esa noche, en un perdido fiordo noruego, me enteré de la horrible, espantosa, truculenta y misteriosa historia de las gemelas Fama y Fortuna von Huterrand, historia tan espantosa, que jamás repetiré.

06 diciembre 2005

Contra ciertos inventos (post de protesta)

Llegó diciembre, y estamos todos insultando en varios idiomas (me contaron que hay quienes putean hasta en samoano, pero me niego a creer en la existencia de semejante lenguaje).
Quienes andan por el hemisferio norte puteando el frío, los que andamos por el sur, el calor. Y todos cantando a la vez:

"maldito fin de año,
malditas fiestas
sobresalen por funestas
es como en el culo un gran caño.

Navidad, fiesta podrida
Año nuevo, incendios, choques
no hay nada peor en la vida
que entre los años enroques.

Tengo las bolas infladas
cansancio, dolores varios
las mujeres, los ovarios
los hombres pelotas voladas".

y varios versos inspiradísimos más (no en cuanto su metrica, evidentemente), que demuestran el universal odio a un mes que habría que borrar del almanaque.
¿Que cornos le pasa al año a esta altura?
Diciembre es al almanaque, lo que los domingos a la noche a la vida. Pero al revés. O algo así.
Y lo peor de todo: ¡hay que poner cara de felicidad! ¡Buenos deseos!
¡Mentira! Todos queremos una sola cosa: que esto termine de una buena vez, y encontrarnos en un tranquilo, manso y aburrido abril.